Subrepticiamente él miró un pequeño folleto que tenía cerca de la mesa rectangular sobre la cual se había sentado. Lo levanto, lo abrió y descubrió una pequeña formula en su margen inferior derecho. La analizó pensativamente un par de segundos. La figura representada había sido largamente estudiada en los años escolares. Una H una O y un 2 colgando en un limbo de incertidumbre.
Levantó la vista y focalizó su mirada en el vaso que tenía apoyado sobre el borde de la pequeña y funesta mesa de algarrobo, el agua yacía mansa en su interior. Volvió a centrarse en la formula. No le llamaban la atención las letras, pero sí el numero. Alguien ponía el doble. Alguien se cargaba esa fórmula al hombro, dejaba las mezquindades en el pasado y ponía lo mejor de sí para construir algo nuevo, diferente, transformador. Pensó en la entrega del hidrogeno. Pensó en la confianza del oxigeno. Cerró sus ojos y pensó nuevamente en la posibilidad material de esa unión, creyó verla personificada. Recordó sensaciones, olores dulces, sonidos estridentes, pequeños gestos cotidianos.
Abrió los ojos. Los dirigió directamente hacia la pared blanca que estaba frente a su mesa que ahora cumplía doble función, de mesa y de silla. Ahí encontró una plancha de corcho colgada. La única perturbación al impoluto blanco que cubría la pared. En el centro del rectángulo una tapa de la revista Barcelona reza: “Néstor not dead”. En el ángulo inferior derecho hay pinchada una foto que parece caerse de la imagen, del corcho y del rectángulo al mismo tiempo. El pinche verde soporta estoicamente la imagen, que se empecina en no caer. Ahí están los dos átomos, debatiéndose prioridades, uno es hidrogeno, el otro es oxigeno. Lo triste de la escena es que ninguno de los dos sabe qué papel va a jugar. Solo están atentos a la cámara que los enfoca. Solo buscan retratar un pedazo de esa historia que nació lejos y hace tiempo, en un aula cualquiera, de una facultad cualquiera.
Él verbaliza una pregunta al vacio: ¿Cuál de los dos es hidrogeno?
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Susurros de otros mundos