“El hombre trata de demostrarse a cada paso que es un hombre y no un tornillo”, monologa el hombre del subsuelo. ¿Por qué aplica la imagen del tornillo? El hombre de la oficina protesta contra su función de engranaje. Pero a la vez, la imagen del tornillo se puede asociar al máximo referente gótico surgido en el estallido de la fantasía positivista: Frankenstein (1818), con sus tornillos en la cabeza. Si Frankenstein es, en algún sentido, el superhombre nietzscheano, su creación remite al imaginario romántico del siglo XIX, el siglo de la revolución industrial y el de la burocracia, que es también el de Bonaparte, el superhombre. Un ejemplo en Dostoievski: las discusiones sobre el libre albedrio y el superhombre que se despliegan en Crimen y Castigo. En la oficina el ideal romántico se exacerba. La razón ha devenido un orden numérico. El escribiente, que pertenece a este orden, al razonar sobre el deseo, refiere reglas naturales que pueden probarse como “dos por dos son cuatro”. De acuerdo, razona, el resultado es cuatro, pero puede ser divertido que a veces sea cinco, como los condenables cinco sentidos que rivalizan con la conciencia, derrotándola. Como alternativa, el escribiente idealiza un superhombre y profetiza la derrota de la razón frente a la naturaleza, siempre maligna. El deseo del hombre, divorciado de la razón, consiste siempre en marchar contra ella, hacer el mal. El héroe de Dostoievski considera ésta una verdad que se puede demostrar como las reglas de la aritmética. En este aspecto, la invención de un superhombre, un modelo elucubrado por la frustración de escritorio, desemboca inexorablemente además de en el monstruo de Mary Shelley en el ideal ario de Hitler.
Un magnifico extracto del gran Fedor para graficar.
“Sospecho, señores, que ustedes me miran con cierto desdén: me repiten que a un hombre culto, al hombre del porvenir, en una palabra, le es imposible desear deliberadamente lo que es contrario a sus intereses. Esto es tan claro como las matemáticas. Estoy completamente de acuerdo: tiene una claridad y una exactitud matemática. Pero les repito por centésima vez que existe una excepción, que hay hombres que pueden desear lo que saben que es desfavorable para ellos, lo que les parece estúpido, insensato; hombres que obran así solo por eludir la obligación de escoger lo provechoso, lo digno. Porque esa insensatez, ese capricho, es quizá, señores, lo más ventajoso que existe para nosotros en la Tierra, sobre todo en ciertos casos. Inclusive es posible que esta ventaja sea superior a todas las demás aunque sea evidente que nos perjudica y contradice las conclusiones más sanas de nuestro razonamiento. Y es que nos conserva lo principal, lo que más queremos: nuestra personalidad. Algunos afirman que esto es lo más preciado que tenemos. La voluntad puede querer a veces ponerse de acuerdo con la razón, sobre todo si no se abusa de este acuerdo, si se aprovecha moderadamente. Pero con gran frecuencia, la voluntad se niega obstinadamente a ponerse de acuerdo con la razón, y entonces…entonces…”
Fedor Dostoievski, “Memorias del subsuelo”
En primer lugar, muchísimas gracias por tu comentario, fue el más lindo de todos los que recibí en ese post, porque fue capaz de percibir lo esencial. Y además, esas palabras de mi querido Federico, fueron la cereza del postre, ya que aún no leí el texto de dónde las sacaste, pero reflejan exactamente lo que quise expresar. La ambiguedad del lenguaje, lo propio del mismo, siguiendo al psicoanálisis, lo que diferencia al lenguaje humano del lenguaje animal o del lenguaje de la ciencia, es el equívoco, es la mentira, es el engaño, o el engaño al cuál nos conduce el inconciente.
ResponderEliminarLo que más me gustó fue que hayas percibido el hilo conductor entre mis tan frecuentes post dedicados al deseo, y cómo esta vez, el deseo siguió siendo un tópico en el breve escrito, pero al deseo se le sumó todo el tema del lenguaje y es increíble cómo muchas veces...el deseo queda aferrado a las palabras sin concretarse como hecho, por eso lo de "alba cobarde". Y bueno, el trasfondo es, una historia, obviamente, inconclusa y limitada al plano del lenguaje y la fantasía.
Ahora sí, en segundo lugar, ¡con qué excelente post acabo de encontrarme por aquí!
ResponderEliminarEs precioso ver cómo Fiodor en ese breve librito (pero tan enriquecedor!) que es Memorias de Subsuelo, logra mostrarnos concretamente que esa pretendida razón occidental, esa luz que nos salvaría...no tiene ningún tipo de poder sobre lo propio del ser humano, sobre la contradicción que es nuestra mente misma, nuestros deseos. ¡Nuestros caprichos!, lo increíble de notar como un simple capricho puede empujarnos a la autodestrucción o al placer en el dolor o la crueldad. Entonces dos y dos pueden ser cinco, porque no estamos hablando de máquinas, estamos hablando del humano.
Y dos y dos pueden ser cinco si a algún tipo de poder hegemónico se le ocurre decir hoy por hoy que dos y dos son cinco, léase la metáfora orwelliana...léanse mis palabras bajo el contexto actual en el cuál un simple y puto televisor puede cubrir a la realidad con un velo tan intenso hasta cegarnos, cuando no sabemos ver más allá.
Me ponen muy contento tus respuestas.
ResponderEliminarEn primer lugar quiero aclarar que siempre busco detrás de las palabras y los post un hilo conductor por medio del cual hilvanar la representación de una persona. Me parece que es una manera interesante de ir conociendo a quien tenemos del otro lado. No obstante sigo insistiendo que se conoce mejor al otro hurgando en su biblioteca. Cosa que hago cada vez que conozco una nueva casa. Sé que suena raro, pero es una cuestión más fuerte que yo.
En segundo lugar “Memorias del subsuelo” es mi libro del gran Fedor. Lo leí unas cuantas veces y aun hoy lo sigo considerando de mis favoritos.
Quiero detenerme en una frase que me parece magnifica: “Memorias de Subsuelo, logra mostrarnos concretamente que esa pretendida razón occidental, esa luz que nos salvaría...no tiene ningún tipo de poder sobre lo propio del ser humano…”. Esa es una conclusión brillante. Lo digo porque he realizado trabajos sobre este tema usando este libro y esa frase encierra y condensa una posición, un sentir. La apoyatura obligatoria es desde luego “Dialectica del iluminismo” de Theodor Adorno y Max Horkheimer, libro complicado, hecho por dos judíos marxistas de la escuela de Frankfurt exiliados de la Alemania Nazi. Su conclusión, la delimitaste vos con una frase. Simplemente magnifico.
Y qué bien que vas hilvanando la representación de mi persona. Justo ahora me encuentro con esta respuesta, justo ahora, justo hoy...que una vez más opté por citar a Fiodor en el último texto que subiré en breve. Para mi también, "Memorias"...es mi libro del gran Dostoievski. Aunque aún me falten leer unos cuántos. Tengo a medias El Doble, ahí abandonadito. ¡Es que aspiro a una biblioteca infinita! y mi limitada existencia me exacerba.
ResponderEliminarY ahí viene otro más...Dialéctica del Iluminismo...¿degustaré algún día de sus páginas? ¡Oh! me gustaría que vengas a mi pequeño lugar en el mundo...para darte cuenta de los múltiples mundos que habitan ese lugar, y si vieras...si pudieras ver la lista infinita de pendientes que tengo en mi mente...¡ay! esta literatura, esta literatura inmensa, y este tener que recortar, este tener que recortar estas páginas y no aquellas para este momento y no aquel...y sí...así seguiremos, toda la vida...
Quien pudiera tener el Aleph borgiano para poder ver todos los puntos desde un solo lado. Así vería tu pequeño lugar en el mundo y múltiples pequeños lugares que resinificasen algo para muchas personas. El acto de leer es para mí uno de los pocos actos de rebeldía real que conserva la vida privada. Tal vez sea el último. Me resisto a pensar una existencia sin lecturas, sin mundos nuevos por recorrer, por vivir, por sentir.
ResponderEliminarCreo que la triste sombra de la muerte espera por una distracción del lector, por un libro terminado, por un mundo cerrado, es ahí cuando intercede. Si ello no ocurriera el lector goza de una ficha más en la tan trillada ruleta de la vida, y ¿Quién no apostaría todo a un pleno de Dostoievski?