Acaso la música siempre este emparentada con
el sustrato social que la impulsa, que le da vida y color. Es imposible
desclasarla, pero es probable que al intentar rastrear ciertos orígenes nos
topemos con convenciones socio históricas que delimiten la pertenencia de un
sonido a un lugar geográfico, un segmento socio etáreo y hasta a una época
temporal determinada.
Esta nota llega con la vuelta de Malón al
ruedo de los escenarios, y con una inesperada concurrencia a sus últimos shows.
Con esto no pretendo desmerecer el poder de convocatoria de una de las bandas
más tradicionales de la escena del heavy nacional, sino poner el acento en el
crecimiento y espera de su público. Tal vez sea central el concepto de espera
en tanto la banda estuvo separada catorce años, producto de desencuentros y
nuevos horizontes musicales de sus integrantes. Probablemente el más resonante de
estos haya sido el de su cantante, el histórico Claudio O´Connor, la voz más
representativa del estilo en la
Argentina , cuya carrera solista fue experimentando cambios en
la vocalización y la ambientación no solo de sus temas, sino también en la
transformación del mismo Claudio hacia vetas más intimistas y lugares menos
conocidos para el crudo sonido del heavy nacional.
Lo cierto es que Malón ha vuelto, lo cierto también,
como bien lo afirmó su guitarrista de toda la vida, el tano Romano a la revista
Rolling Stone, es que suenan como sonaría Hermética hoy. Una declaración incisiva
para todos aquellos viejos amantes que la
H ha sabido recolectar a lo largo y ancho de este país.
Tal vez sea que el heavy nacional trascendió
al igual que la mayoría de estilos su faceta de simple sonido. Malón da cuenta
de ello como figura insigne dentro del género.
Sus infancias están cruzadas con las de muchos
de sus oyentes y hasta sin saberlo de sus propios integrantes. El joven Strunz vivía
en La Matanza ,
Antonio Romano en Villa Insuperable, Carlos Kuadrado en la Tablada. Sin saberlo los
separaba un radio de veinte cuadras entre cada una de las casas. Diferente es
el caso de Claudio O´Connor, oriundo de Lomas de Zamora. Sin embargo todos
poseen una particularidad, provienen de barrios netamente obreros, en
particular de barriadas fabriles. Y es que esa infancia barrial, sumada a una
corta adolescencia producto de la rápida inserción al trabajo forjo una banda
de laburantes. Acaso sea éste el hilo conductor del heavy argentino, sus
profundas raíces en el ámbito de las fábricas. El tano Romano bien lo grafica
para la revista Rolling Stone cuando declara: “mi estilo nació de escuchar a
Metallica, Venom y los balancines de la metalúrgica donde laburaba, esos
sonidos mecánicos”. Carlos Kuadrado se dedico en los catorce años de parate auto
impuesto por la banda a trabajar de aquello en lo que siempre se desempeñó, la construcción.
Acaso el pato Strunz sea quien se dedicó al comercio con sus dos locales en
Flores, vinculados a la industria de la música y O´Connor, el más profesional
en el sentido de trabajar de la música, fue quien siguió ganándose la vida con
su carrera de solista.
Por carácter transitivo a su crianza y sus
oficios es evidente que las letras de Malón están avocadas a hablarle al
trabajador. A ensalzar al barrio como un reducto conocido, íntimo y de solidaridad
entre vecinos. A denunciar las bajezas de la política punteril, los estragos de
la policía o la precarización de los puestos de trabajo. Temas como Malón
Mestizo, Gatillo fácil o Hipotecado así lo grafican. Es el sonido crudo y las letras descarnadas
del heavy nacional, tal vez la mejor banda de sonido que este país tenga como
legado y recuerdo de la década privatista de los noventa. Porque los cierres de
fabricas afectaban al barrio al que el heavy le debe su inspiración como sonido
de protesta. Pero el sonido del metal argentino ha sabido destacar las luchas y
los siniestros nacionales. La referencia a los caídos en Malvinas en Nido de
almas, el recuerdo de los treinta mil detenidos desaparecidos en 30.000
plegarias o la masacre, muy poco documentada e investigada del pueblo aborigen
de Pilagá a manos de la gendarmería nacional en octubre de 1947, son sobradas
muestras de que Malón le ha cantado a
una realidad que sufría en carne propia.
Teorizar sobre la merma del público de este
sonido netamente argentino es también indagar sobre la destrucción del barrio
como espacio de contención y de la fábrica como ámbito y núcleo de trabajo. El
heavy nacional tuvo que pasar de condenar la explotación desmedida en la fábrica
a graficar violentamente el desmantelamiento productivo de un país.
Probablemente como respuesta a la recuperación
de una buena parte de los puestos de trabajo haya vuelto también Malón. Factor
indispensable para una critica desde adentro del sistema de producción, pero
sobre todo síntoma de que es posible utilizar el arte como apoyatura critica de
la realidad cotidiana. Es que sí el barrio ha mutado y la producción nacional
se despertó nuevamente, entonces el sonido de balancines y compresores que el
tano Romano posee como referencia ha reavivado la mística de la banda. El heavy
nacional es quien mejor representa desde la crudeza de sus letras y su música
al laburante argentino, es tal vez la banda sonora más fiel del Martín Fierro actual.
Solo que esta vez ha sabido tecnificar sus coplas para convertirlas en metal.